La manzana tiene, además numerosas propiedades curativas: es un óptimo digestivo; La manzana cocida ayuda a combatir la acidez de estómago. La manzana cocida con un poco de vino y azúcar actúa como laxante y refrescante para el cuerpo. Cuando uno está fatigado, basta comer una manzana para recuperar energías, debido a su alto contenido de fósforo y a la propiedad de ser asimilada en muy poco tiempo. El uso frecuente de la manzana mantiene la dentadura sana, da frescura a la tez y, como sí todo esto fuera poco, fortalece la memoria.
La manzana es la especie frutal que se puede mantener durante más tiempo conservando su valor nutritivo. A comienzo del siglo XVII, las manzanas de invierno eran uno de los pocos alimentos que podían ser recogidos a finales de otoño y guardadas en cámaras por encima del punto de congelación. De este modo, podían comercializarse durante más tiempo sin perder sus propiedades. Actualmente, la manzana tiene un período de vida mayor, después de ser cortada, debido al empleo de radiación que disminuye la presencia de agentes deteriorantes.
Los estudios con animales han constatado que la pectina y los polifenoles (quercetina y flavonoides, antioxidantes que se encuentran sobre todo en la piel de la manzana) mejoran el nivel de metabolismo de los lípidos y reducen la producción de moléculas inflamatorias relacionadas con el riesgo cardiaco, como es la proteína C reactiva.